Ante la incidencia del coronavirus en nuestra administración


LA CSI ANTE EL CORONAVIRUS Y EL ESTADO DE ALARMA


Informar y valorar sindicalmente sobre lo que está sucediendo tanto en la Administración asturiana como en nuestra sociedad ha de empezar, forzosamente, por reconocer la grave situación de una emergencia socio-sanitaria desconocida en nuestras memorias. Hemos vivido un número importante de emergencias, pero la facilidad de propagación de la pandemia y la dureza de las medidas que se deben adoptar, la hace especialmente compleja en tratamiento y obliga a adaptar casi diariamente las medidas sociales y sanitarias que requiere esta situación extrema. Somos conscientes de la dificultad de gestionarla, e incluso comprendemos la facilidad de cometer errores en esa gestión. No vamos a erigirnos en expertos epidemiólogos ni pretendemos dar lecciones a nadie. Pero la representación sindical de las trabajadoras y trabajadores de nuestra Administración no está suspendida, y es de plena obligación señalar y denunciar los graves errores que en algunos casos se cometen en esa gestión, para su inmediata corrección y evitar que incidan en la labor contra la propagación del virus, en la salud de nuestras plantillas y sus círculos cercanos. Nuestros servicios públicos son la única defensa de la ciudadanía en estos momentos, y el ejemplarizante trabajo de todas las empleadas y empleados públicos en esta situación de crisis, por su plena dedicación y disposición, nos obliga a ser más vigilantes en la búsqueda de la mayor eficiencia y seguridad en la protección de nuestros compañeros y compañeras. También hay otros aspectos fundamentales, sin ser específicamente sanitarios, que afectan a la organización del trabajo y que ahora nos limitamos a exponerlos, dejando para más adelante su abordaje efectivo.


 LA DRAMÁTICA SITUACIÓN VIVIDA POR RESIDENTES Y TRABAJADORAS EN LOS CENTROS DE ATENCIÓN A PERSONAS 


El sector más débil y vulnerable a la pandemia en nuestra Administración es el de atención a mayores, discapacidades, infancia, juventud… Centros en los que se atiende y se vive en estrecho contacto con personas en situación de máximo riesgo sanitario. Ello debería haber supuesto que el Gobierno asturiano se centrase en estos centros y se recibiera a la enfermedad con una serie de medidas claras y contundentes: un protocolo claro de actuación y protección al que atenerse el personal, material suficiente y una respuesta inmediata en casos de positivos en forma de pruebas a todas las trabajadoras y residentes del centro afectado. Como mínimo. Nada de eso se produjo. La confusión fue la nota dominante, eso sí, junto con el coraje y la decisión de unas plantillas que enfrentadas a la pandemia se volcaron con todo su esfuerzo en atender a estas personas. Pero en algunos casos tuvieron la desagradable sorpresa de ver cómo el mayor enemigo estaba en casa. Debe de quedar claro que una gran mayoría de responsables y directores actuaron de forma eficaz y comprometida con sus compañeros y residentes, pero unos pocos casos de incompetencia hicieron que a la dificultad del momento se añadiera situaciones de tensión laboral y riesgo sanitario. Situaciones denunciadas por la CSI de forma reiterada ante Inspección de Trabajo y Delegación de Gobierno cuando no hubo otra opción, un ejemplo: se ocultó el material y se llegó a prohibir la utilización de mascarillas por el personal, incluso si se aportaban por el propio personal, apoyándose en la amenaza de apertura de expedientes disciplinarios a quien se la pusiera, sin importar que algunas compañeras sufrieran enfermedades de riesgo. No hablemos de los equipos de protección que brillaron de su ausencia hasta que, una vez transcurrida más de una semana empezaron a aparecer lentamente y siempre de forma claramente insuficiente. No había nada previsto en los primeros protocolos referido a la vida en esos centros, confinamiento en las habitaciones, evitar zonas comunes, qué hacer el personal… Y mientras tanto, el goteo de contagios tanto en la población asistida como en el personal, fue creciendo hasta descontrolarse. Podemos entender y compartir que frente a una crisis sin precedentes los protocolos se fueron actualizando a medida que los problemas fueron manifestándose, y que desde las propias trabajadoras y direcciones de centros se fueran adaptando a las necesidades cambiantes, e incluso podemos comprender los errores involuntarios en la elaboración y aplicación de medidas preventivas. Pero no podemos permitir, y por eso lo denunciamos por los medios oportunos, la actitud por parte de unas pocas direcciones de centros que tanto en su gestión de la situación de crisis como en su comportamiento personal y ético, generaron una tensión extra y un grave riesgo añadido a trabajadores y usuarios de los servicios públicos. Tiempo habrá de exigir responsabilidades por incompetencias y actitudes temerarias. La CSI nos reservamos todas las vías sindicales y judiciales para separar del servicio público a quienes sean responsables de poner en peligro la salud de las personas por su manifiesta negligencia.


LOS SERVICIOS ESENCIALES 

El lunes 16 se comunicaron al personal las resoluciones que establecían los servicios esenciales en nuestra Administración. Nos encontramos con un Gobierno, el asturiano, mal interpretador de la situación de pandemia, de lo que supone un Estado de Alarma y de lo que debe ser la defensa de la salud de su personal (y consecuentemente, de todas las personas a su alrededor). Cuando la gravedad de la situación ya había sido más que demostrada, y ya sabíamos lo que podría venírsenos encima, eran de esperar unos servicios esenciales valientes y tajantes y que limitasen al máximo la necesidad de desplazamiento al centro de trabajo. Y había otras razones: - Los plazos administrativos están suspendidos y están prohibidos los desplazamientos a la ciudadanía, por lo que nadie se va a acercar a nuestras dependencias a consultar expedientes o visitar al personal técnico, ni a presentar documentación a los registros. Esto último sólo se contempla en casos excepcionales y mediante cita previa, algo que según nuestras informaciones no se ha producido. Por contra, la ciudadanía está presentando lo que considera oportuno vía telemática. - El mismo lunes se implementaba el teletrabajo para una buena parte del personal (sí, ese que hasta hace un mes era de una complejidad técnica que lo hacía imposible en nuestra empresa). Lo que presentan las asturianas y asturianos se está registrando, estudiando y, en su caso, respondiendo sin ningún problema. Lo primero que llama la atención en las distintas Resoluciones es su heterogeneidad. Está claro que no se unificaron criterios en el seno del Consejo de Gobierno, sino que cada Consejería hizo lo que estimó oportuno por su cuenta; así, vemos que el mismo tipo de Servicios o Unidades tienen un tratamiento completamente distinto en unas Consejerías u otras. Tenemos los casos de los servicios centrales en la Consejería de Derechos Sociales, donde directamente se suprime el trabajo presencial (salvo casos de excepcional urgencia) o de la Consejería de Ciencia, con únicamente dos personas. En cambio, en otras muchas Consejerías vemos una retahíla absurda de Servicios con un detalle que no se entiende en absoluto. En multitud de Servicios o Direcciones que claramente van a ver su actividad reducida al mínimo, o a no tenerla, se establecen 4, 6 o 13 personas por turno; Consejerías con nada menos que 50 personas en sus servicios centrales; Directoras en oficinas comarcales, museos, bibliotecas… ¿Para qué queremos compañeras en puestos de atención al público, si no va a haber público? ¿O por qué hay casos en que se impone un horario de siete horas y media, cuando el resto de personal de sus edificios lo tienen de 9 a 14 h.? En alguna Consejería optaron por abrir la posibilidad de que el personal esté disponible en caso de actuaciones urgentes. ¿No es esto más razonable? Como empleadas y empleados públicos, somos conscientes de que se nos puede reclamar en caso de urgencia o agravamiento de la situación para prestar los servicios que sean necesarios, algo que por supuesto esperamos no llegue a ocurrir. Pero es que a todo ello hay que añadir que cuando acudimos a trabajar estos días nos encontramos sin ningún medio de protección: no había guantes, no había mascarillas, no había soluciones alcohólicas para lavarse las manos… Una vez más, nos encontramos con la falta de medios. Claro que, si no los hay en la sanidad pública ¿de qué nos vamos a quejar el resto? Para terminar con este apartado, es sabida y pública la existencia de varios casos de positivos en determinados edificios administrativos. Aunque desde algunos Servicios se está tomando la iniciativa de reducir al mínimo, o por completo, la presencia de personal en las dependencias, es urgente e inaplazable que desde el propio Gobierno se corrijan las distintas Resoluciones y, mientras dure el Estado de Alarma, procedan a clausurarse el máximo de edificios, exceptuando aquellos en los que se preste atención a personas. 


UNA LLAMADA A LA SOLIDARIDAD ENTRE LA GENTE 

En estos momentos debemos intentar evitar el contagio del coronavirus, sí. Pero también hay otros virus muy peligrosos para la sociedad, para la convivencia. Y uno de ellos es el de la intolerancia y la insolidaridad. Están apareciendo comportamientos llenos de agresividad, de denuncia, de desconfianza hacia los demás. Se recrimina a quien no lleva mascarilla, a pesar de no ser obligatorio sanitariamente hablando; se insulta a quien transita por la calle, ignorando si esa persona está obligada a ir a trabajar; se crea el vacío alrededor de la persona contagiada, sin saber las circunstancias del contagio o ignorando si necesita nuestra ayuda; se toma distancia con los vecinos y conocidos, convirtiéndoles en enemigos potencialmente contagiadores. Comportamientos más propios de una minoría aspirante a ser la nueva inquisición vecinal, que debemos rechazar colectivamente, porque es el momento de potenciar lo más hermoso que tenemos, que es la solidaridad y el apoyo entre las personas. Sólo el pueblo salva al pueblo, cuidémonos entre nosotras, fortalezcamos las redes de apoyo y convivencia: ofrécete a la vecina que por su edad no puede salir a comprar, saluda, entabla conversación con tus conocidos, con la cajera del supermercado que seguro que agradece el contacto humano, ayuda a las personas en dificultades. Cuidémonos entre nosotros. 


EL TELETRABAJO 

Después de años y años pidiendo por parte de multitud de trabajadoras, organizaciones sindicales y la Junta de Personal la implantación en nuestra Administración de esta herramienta, que tanto aportaría a la conciliación de la vida personal y laboral, y que no supone ningún perjuicio para la eficacia de la Administración Pública, la respuesta era siempre la misma: era un procedimiento demasiado complejo técnicamente para el que no estábamos preparados. Pues bien, tras el Real Decreto del sábado 14 de marzo por el que se declaraba el Estado de Alarma, ¡oh, milagro! el lunes 16 el personal ya tenía a su disposición las herramientas y los manuales necesarios para su utilización, y de hecho muchas de nosotras lo estamos usando ya con razonable normalidad. Queda con ello demostrado que tenemos unos dirigentes políticos anclados en la pereza y sin auténtica voluntad política de avanzar en esa conciliación. Además de mentirosos. Porque esas herramientas existían y, de quererlo, se podrían haber implementado con calma y la suficiente formación para el personal, no a la trágala como es el caso (y como en otros casos muy cercanos como el SITE). Infinidad de empresas y de Administraciones ya lo tienen implantado con normalidad (ahí tenemos el Ayuntamiento de Xixón), en nuestra Administración ahora ya lo tenemos y funciona. Ahora no hay excusa para eliminarlo una vez pasemos la actual situación. Será el momento de organizar los servicios y las tareas y abrir la puerta a una herramienta que vendrá a modernizar nuestra empresa: nuestros dirigentes no pueden pretender seguir con un modelo de trabajo basado en el presencialismo estúpido e inútil. 


CONCLUSIÓN

 Los servicios públicos son la única defensa de la ciudadanía en las situaciones de grave emergencia, sólo el sacrificio y compromiso de nuestras compañeras y compañeros en todos los ámbitos de la función pública permiten encarar con esperanza la salida de esta crisis para todo el mundo con independencia de su situación social, laboral o sanitaria. Los recortes que sufrimos en este ámbito repercuten directamente en las vidas de la ciudadanía, no es sólo la calidad de nuestros servicios, es la supervivencia de nuestra gente la que está en juego. La crisis que vamos a enfrentar necesitan de unos servicios públicos eficaces y eficientes, en ese compromiso estamos en la CSI. La situación actual exige firmeza y también humildad y naturalidad para admitir errores y aprender de los aciertos. Las trabajadoras y trabajadores públicos sabemos cuál es nuestro sitio y nuestra labor, y lo estamos demostrando. 



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