Una de las escenas
más conocidas de la película “Novecento”
(Bernardo Bertolucci, 1976).
Una vez más, las
mujeres en la vanguardia de la lucha.
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DÍA DE LA MUYER 2014
EL CAMBIO EN LA
SOCIEDAD SE HARÁ CON NOSOTRAS O NO SE HARÁ
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HEDY LAMARR:
¿La mujer más hermosa de la historia del cine
o una ingeniera e inventora genial?
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Hedwig Eva Maria
Kiesler, más conocida como Hedy Lamarr.
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Hedy Lamarr nació en Viena el 9
de noviembre de 1914 y murió en Orlando (EEUU) el 19 de enero de 2000.
Únicamente se la recuerda por su faceta de actriz, pero fue mucho más:
ingeniera de telecomunicaciones, inventora… Nada de esto se le reconoció hasta
sus últimos años de vida, demasiado tarde como para que le importaran lo más
mínimo los honores y reconocimientos.
Hollywood le debe
una película con su vida como argumento. Hija de judíos, desde pequeña fue
considerada una superdotada, y siendo aún una muchacha ya inició sus estudios
de ingeniería, aunque los abandonó para dedicarse al teatro, en el que entró de
la mano de un maestro como Max Reinhardt.
De natural
provocadora, protagonizó la que es tenida como la primera escena en la historia
del cine en la que una mujer aparece completamente desnuda (Éxtasis, 1937); esta película,
paradójicamente, acabaría arrastrándola a la época más penosa de su vida, ya
que atrajo la atención del magnate armamentista Friedrich Madl, que acordó con
los padres de Hedy un matrimonio de conveniencia. Este empresario, proveedor de
los regímenes fascistas de Hitler y Mussolini, era un auténtico psicópata, y la
sometió a una vida de esclava: sin vida propia, la mantenía encerrada en casa y
nunca podía salir sin compañía, además de obligarla a abandonar su carrera como
actriz.
Pero su inteligencia
la ayudó a sacar provecho de su situación: en esta época prosiguió sus estudios
de ingeniería y recopiló información pormenorizada sobre los últimos avances en
tecnología armamentística. Más tarde, en los años 40 cedió esta información a
las autoridades estadounidenses, además de darle las ideas para inventar y
patentar la técnica de conmutación de frecuencias.
Gracias a la ayuda
de su asistenta consigue escapar de su cárcel-hogar, y aunque es perseguida por
los guardaespaldas de Madl, consigue llegar a París y Londres, donde conoce a
Louis B. Mayer, empresario de la Metro
Goldwyn Mayer. Durante el viaje a EEUU consigue que la
contrate, y así retomó su trabajo de actriz. En Hollywood protagonizó más de
treinta películas bajo las órdenes de directores de la talla de King Vidor (Cenizas de amor), Jacques Tourneur (Noche en el alma), Cecil B. DeMille (Sansón y Dalila), etc.
La mayoría de la
población la conoce solamente por su belleza en pantalla, por la que se acuñó
la famosa frase “la mujer más hermosa de
la historia del cine”. Sin embargo, su auténtica contribución a la
humanidad tiene un cariz completamente distinto. Como ya dijimos más arriba,
sus conocimientos técnicos eran muy importantes, y su visión de primera mano de
lo que significaba el Tercer Reich la llevó a ofrecer su ayuda al gobierno de
Estados Unidos en la II Guerra
Mundial en materia de tecnología militar. Así, en 1942 patentó un sistema de
comunicaciones origen de lo que luego se conocería como salto en frecuencia,
técnica de modulación de señales, pensado para construir torpedos teledirigidos
por radio indetectables por el enemigo. No obstante, las autoridades militares
no se atrevieron a aplicar esta técnica hasta muchos años después,
concretamente en la crisis de los misiles de Cuba (y más tarde en Vietnam o en
el sistema de defensa por satélite Milstar).
Y hubo de pasar aún más tiempo hasta que el
sistema de espectro expandido (como
es conocido) fuera utilizado en la ingeniería civil, aprovechando la llegada de
la tecnología digital. Concretamente fue fundamental para la creación y
difusión de las redes de datos WIFI. La importancia de Hedy Lamar está fuera de
toda duda, y en su reconocimiento el 9 de noviembre se celebra en su honor el
Día del Inventor, coincidiendo con su fecha de nacimiento.
ANGELA FIGUERA:
la necesaria recuperación de una poeta desgarrada y
una mujer valiente.
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Angela
Figuera Aymerich, escritora
española perteneciente a
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Angela Figuera Aymerich es una poeta
tremendamente importante en el panorama literario español a la que es
prácticamente imposible encontrar en los libros de texto. Incluso en los
círculos más especializados se le hace referencia de una manera marginal. Sin
embargo, su posición de escritora republicana que permaneció en la España franquista sufriendo
la correspondiente represión y luchando por sobrevivir con su familia mientras
escribe e intenta publicar sus libros, la convierte en una rara avis de la época, tremendamente valiosa y con un mérito
incuestionable.
Nació en Bilbao en 1902 y falleció en Madrid
en 1984. Tras trabajar como profesora de lengua y literatura en Huelva, la Guerra Civil la encuentra
destinada en Madrid. Su marido, socialista, se alista en el ejército
republicano, y en diciembre de 1936 nace su hijo bajo un bombardeo fascista
(ella escribirá: “con salvas, como los reyes”). Tras un peregrinaje por
Institutos de Valencia, Alicante y Murcia, al finalizar la guerra pierde su
plaza por ser republicana y se encuentra con su familia sin trabajo y sin
bienes. Buscándose la vida en Madrid retoma su afición a la escritura y
comienza a publicar libros: Mujer de
barro, Soria Pura… Su poesía
evoluciona pasando por varias etapas: de una poesía simbolista llega a su
“etapa preocupada”, reflejando los problemas que se palpaban en la sociedad
franquista. La guerra vivida, la miseria de la posguerra, el pesimismo de una
existencia difícil y absurda… se vierten en sus versos de forma desgarrada. En
1958 publica en México (en España, lógicamente, sufría los efectos de la
censura) uno de sus libros más conocidos, Belleza
cruel, que estremeció a León Felipe hasta el punto de prologarlo con un
texto histórico en el que reconoce la importancia de la presencia en España de
los escritores que no marcharon al exilio.
Con valentía, resiste las agresiones del
régimen: el allanamiento de su casa en varias ocasiones, el saqueo de su
biblioteca privada… Tras sucesivos destinos y viajes (Soria, Asturias, URSS,
México…), en 1971 se instala en Madrid, donde el cansancio físico se une a su
visión radicalmente crítica de la transición política y a su alejamiento de la
realidad literaria. Tras su muerte, en 1986 su esposo Julio Figuera logró que
se publicaran sus Obras completas, en
un intento de evitar el olvido de su producción literaria.
Su obra refleja con pasión su apego a lo
cotidiano desde su punto de vista de madre y mujer; maternidad y ternura están
presentes en todos sus escritos. Sin renunciar a esos aspectos, dibuja a la
mujer como propulsora del cambio social, aunque ella misma no se defina como
feminista. Bajo la influencia de Celaya o Blas de Otero entró de lleno en la
poesía social, aunque su pesimismo, fruto de su difícil existencia, la alejaba
un tanto de los planteamientos comprometidos y combativos de estos autores,
situándose más bien de forma “solidaria” al lado de las gentes más humildes, al
lado de la clasa obrera con la que se identificaba totalmente, con un lenguaje
sencillo, directo y comprensible.
En Angela Figuera se produce un fenómeno que
encontramos a menudo en la literatura femenina: la crítica (mayoritariamente
masculina) nunca la valoró en su justa medida, y aprovechó el agotamiento en su
producción reflejado en Toco la tierra.
Letanías (agotamiento reconocido por
ella misma) para cebarse de una forma tremendamente agresiva. El olvido por
parte de esa misma crítica no tardó en llegar, y su propio fallecimiento apenas
tendrá eco en la España
de 1984.
Aunque la
mies más alta dure un día
He de
morir y a muerte me preparo
dando,
a tan poco tiempo, tanta vida
que he
de ganar de fijo la partida
y ha
de lograr diana mi disparo.
Mujer
de carne y verso me declaro,
pozo
de amor y boca dolorida,
pero
he de hacer un trueno de mi herida
que
suene aquí y ahora, fuerte y claro.
Aquí y
ahora estoy. Voy con aquellos
que
siembran gozo y pan en la mañana
aunque
la mies más alta dure un día.
Los
hombres lloran: lloraré con ellos;
seré
su voz, la luz en su ventana.
Después,
no sé. La muerte ya no es mía.
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